“El hombre que ha cometido un error y no lo corrige, ha cometido un error mayor”, así leí en una de esas frases que se acostumbrar utilizar en las redes sociales, decía que el autor es Confucio. Esto me hizo recordar que dentro del proceso revolucionario el mayor ejemplo de voluntad en cuanto a reconocer errores y convocar a la rectificación de los mismos era Hugo Chávez.
Si empezamos por casa, y convocamos a la autocrítica, debo confesar que error más grande ha sido no poder comunicar más eficientemente la voluntad de advertir posibles errores (que al final la historia ha demostrado que se han cometido) y hacer que los planteamientos propositivos (que de seguro no son los únicos ni lo mejores, pero al menos son) no sean interpretados en su justo valor e intención. Si ha sido así, me disculpo.
Sin embargo esto no solventa el hecho de que los errores se estén cometiendo, y que no se concrete la voluntad de rectificación para no cometer “un error mayor” tal como lo expresa Confucio.
Nuestro proceso revolucionario vive un momento importante y cada vez más determinante en cuanto a la definición del rumbo que está tomando y deberá tomar para garantizar la construcción indetenible del socialismo bolivariano bajo el legado del Presidente Chávez. Sin embargo, ante un momento de recrudecimiento de la violencia y acciones de desestabilización de los sectores extremistas de la oposición, articulada con poderosos intereses trasnacionales, la “unidad, lucha, batalla y victoria” de Chávez como última instrucción, se ha visto minada desde adentro, con permanentes señalamientos y descalificaciones a organizaciones, partidos, colectivos y actores de reconocida data en su lucha por el socialismo y su lealtad a Chávez.
- La separación de los Partidos aliados del Gran Polo Patriótico, sin haberles siquiera informado previamente, y sin dar claridad sobre el destino de las nuevas relaciones.
- La criminalización a la crítica, con un discurso ambiguo de reivindicación de la crítica, pero aquella que más conviene.
- La negación de crear espacios participativos e incluyentes para el debate necesario sobre el destino de la revolución.
- La nueva cooptación en puertas dentro del desarrollo del Congreso Ordinario del PSUV, con un conjunto de “Delegados Natos”, que entra en profunda contradicción con la acción de Chávez en pleno Congreso Fundacional, mandando a los Gobernadores y Alcaldes presentes a devolverse a su trabajo.
- El inicio de un diálogo con la oposición, sin realizar un diálogo fraterno y transparente con todas las fuerzas aliadas, lo que lamentablemente ha sido utilizado como argumento de algunos sectores radicales para señalar al gobierno del Presidente Maduro como centrista, y promotor del desvío del proceso.
- Medidas económicas que aunque entendibles en el marco de una transición al socialismo, se presentan como revolucionarias, aunque sectores de la derecha las ven con beneplácito.
- La descalificación de la intelectualidad, como un delito contrarevolucionario.
Sinceramente no pido que el Gobierno reconozca todos esto como errores (y quizá no todos lo son), y menos que lo haga públicamente, pero estoy seguro que sería muy útil para el refortalecimiento de las organizaciones revolucionarias no sólo un poco de humildad, sino de ejercicio de reflexión sobre cuales de estos señalamiento tiene algo de razón, y que podría hacerse para canalizar el malestar que puede estar ocasionando posturas contradictorias en el seno del chavismo, antes de que sea tarde. Todo proceso revolucionario se sustenta en la superación de sus contradicciones internas, pero deben reconocerse para ser superadas. Rectifiquemos todos, estamos a tiempo, sumar, siempre sumar, dentro de la diversidad y la lealtad recíproca.
Por: Nicmer Evans
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