lunes, 28 de julio de 2014

EL CAPITALISMO SE TRAGÓ AL SOCIALISMO, O CÓMO PISOTEAR EL PLAN DE LA PATRIA

Después de la derrota del Socialismo en la llamada Guerra Fría el mundo capitalista entró en una nueva fase. Necesita crear nuevos enemigos, así se explica la manipulación del derribo de las Torres Gemelas. Pero además, y más importante, debe mantener la acumulación y el flujo de capitales, la circulación de mercancías, el consumo. El capitalismo mundial se reacomoda a las nuevas condiciones.
Ocurre lo que podría llamarse la transnacionalización del imperialismo. Ya no es un asunto nacional, gringo, europeo o japonés, ahora se trata del imperio de las transnacionales. A partir de la derrota del campo socialista el mundo no podrá entenderse desde lo meramente nacional. El imperio capitalista es uno: el imperio de las transnacionales.
De allí que cuando hablamos del imperio gringo y lo situamos en Nueva York, o cuando hablamos del europeo y lo situamos en París o en Berlín y al japonés en Tokio estamos reduciendo el problema, analizándolo desde un punto de vista que no refleja la realidad. Es algo así como estudiar el océano desde una piscina, o a un país desde un barrio. Cuando creemos que negociamos con China, en realidad lo hacemos con el transnacionalismo, donde confluyen los imperios tradicionales y también los llamados emergentes. Por ejemplo, creemos que negociamos con la Yuton y en realidad lo hacemos con Man, Wabco, ZF, Voith, Vogel y Cummins, entre otras transnacionales de origen alemán o gringo, que mantienen alianzas estratégicas con Yutong. Cuando vendemos petróleo a China no es extraño que el crudo termine en las refinerías gringas.
El nuevo orden internacional es poco estudiado, insuficientemente conocido, la materia espera análisis más rigurosos. No obstante hay suficientes indicios para entender la nueva situación, las nuevas artimañas que hicieron posible la derrota del Socialismo, aprender a evitarlas, salvar el legado del Chávez. Esa es la tarea de esta Revolución Chavista, de los socialistas. Veamos. 
Después de derrotado el campo Socialista, el transnacionalismo se expandió a ese campo virgen, nuevos mercados, carne proletaria fresca para explotar significaron un nuevo empuje para el capitalismo. El nuevo orden mundial se perfiló, surge el BRICS y el capitalismo toma nuevo oxígeno, se hace más mundial que nunca.
El transnacionalismo, la nueva forma de los imperialismos, busca mercados. Tiene momentos de gloria, su crecimiento es grande, pero lleva en su seno las crisis. Éstas seguirán siendo periódicas, vendrán grandes dificultades, por ahora nosotros y el resto de la América les servimos de mercado cautivo, pero será un alivio transitorio. En algún momento explotará esta nueva burbuja, y entonces vendrá lo que Fidel presiente: ¡la guerra! Es la ley del capitalismo, no se puede librar de ellas en cualquier forma que adopte.
Venezuela juega un triste papel en este nuevo escenario mundial. Estaba destinada a ser un polo alternativo, a mostrar otra manera de organizar la sociedad, a ser trinchera de resistencia del Socialismo, y en lugar de eso, de seguir el legado del Comandante, nos rendimos en el altar del capitalismo. Es verdad que cambiamos de santo, ahora tiene los ojos rasgados, no son azules, pero es la misma iglesia, las limosnas van a la misma alcancía, al capitalismo mundial en su forma de transnacionalismo.
Somos una pieza del capitalismo. Cambiamos la hermosa vía al Socialismo por el triste papel de ser consumidores de las mercancías que se estaban acumulando en los almacenes del capitalismo mundial, por servirle de territorio para expandirse en la América. Debíamos ser adversarios del capitalismo, superarlo, y terminamos siendo cómplices, rendidos por unos autobuses, tablet, neveras, que son los espejitos de esta época.
Somos cándidos, se nos olvidó que alianzas estratégicas con el diablo capitalista siempre conducen al infierno, creímos una vez más en el capitalismo con rostro humano, que los chinos capitalistas son buenos, que el malo es el gringo, más pendejos no podíamos ser.
Los filósofos, un día, analizarán nuestra credulidad.

 Por Toby Valderrama y Antonio Aponte

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