Después
de la derrota del Socialismo en la llamada Guerra Fría el mundo
capitalista entró en una nueva fase. Necesita crear nuevos enemigos, así
se explica la manipulación del derribo de las Torres Gemelas. Pero
además, y más importante, debe mantener la acumulación y el flujo de
capitales, la circulación de mercancías, el consumo. El capitalismo
mundial se reacomoda a las nuevas condiciones.
Ocurre
lo que podría llamarse la transnacionalización del imperialismo. Ya no
es un asunto nacional, gringo, europeo o japonés, ahora se trata del
imperio de las transnacionales. A partir de la derrota del campo
socialista el mundo no podrá entenderse desde lo meramente nacional. El
imperio capitalista es uno: el imperio de las transnacionales.
De
allí que cuando hablamos del imperio gringo y lo situamos en Nueva
York, o cuando hablamos del europeo y lo situamos en París o en Berlín y
al japonés en Tokio estamos reduciendo el problema, analizándolo desde
un punto de vista que no refleja la realidad. Es algo así como estudiar
el océano desde una piscina, o a un país desde un barrio. Cuando creemos
que negociamos con China, en realidad lo hacemos con el
transnacionalismo, donde confluyen los imperios tradicionales y también
los llamados emergentes. Por ejemplo, creemos que negociamos con la
Yuton y en realidad lo hacemos con Man, Wabco, ZF, Voith, Vogel y
Cummins, entre otras transnacionales de origen alemán o gringo, que
mantienen alianzas estratégicas con Yutong. Cuando vendemos petróleo a
China no es extraño que el crudo termine en las refinerías gringas.
El
nuevo orden internacional es poco estudiado, insuficientemente
conocido, la materia espera análisis más rigurosos. No obstante hay
suficientes indicios para entender la nueva situación, las nuevas
artimañas que hicieron posible la derrota del Socialismo, aprender a
evitarlas, salvar el legado del Chávez. Esa es la tarea de esta
Revolución Chavista, de los socialistas. Veamos.
Después
de derrotado el campo Socialista, el transnacionalismo se expandió a
ese campo virgen, nuevos mercados, carne proletaria fresca para explotar
significaron un nuevo empuje para el capitalismo. El nuevo orden
mundial se perfiló, surge el BRICS y el capitalismo toma nuevo oxígeno,
se hace más mundial que nunca.
El
transnacionalismo, la nueva forma de los imperialismos, busca mercados.
Tiene momentos de gloria, su crecimiento es grande, pero lleva en su
seno las crisis. Éstas seguirán siendo periódicas, vendrán grandes
dificultades, por ahora nosotros y el resto de la América les servimos
de mercado cautivo, pero será un alivio transitorio. En algún momento
explotará esta nueva burbuja, y entonces vendrá lo que Fidel presiente:
¡la guerra! Es la ley del capitalismo, no se puede librar de ellas en
cualquier forma que adopte.
Venezuela
juega un triste papel en este nuevo escenario mundial. Estaba destinada
a ser un polo alternativo, a mostrar otra manera de organizar la
sociedad, a ser trinchera de resistencia del Socialismo, y en lugar de
eso, de seguir el legado del Comandante, nos rendimos en el altar del
capitalismo.
Es verdad que cambiamos de santo, ahora tiene los ojos rasgados, no son
azules, pero es la misma iglesia, las limosnas van a la misma alcancía,
al capitalismo mundial en su forma de transnacionalismo.
Somos
una pieza del capitalismo. Cambiamos la hermosa vía al Socialismo por
el triste papel de ser consumidores de las mercancías que se estaban
acumulando en los almacenes del capitalismo mundial, por servirle de
territorio para expandirse en la América. Debíamos ser adversarios del
capitalismo, superarlo, y terminamos siendo cómplices, rendidos por unos
autobuses, tablet, neveras, que son los espejitos de esta época.
Somos
cándidos, se nos olvidó que alianzas estratégicas con el diablo
capitalista siempre conducen al infierno, creímos una vez más en el
capitalismo con rostro humano, que los chinos capitalistas son buenos,
que el malo es el gringo, más pendejos no podíamos ser.
Los filósofos, un día, analizarán nuestra credulidad.
Por Toby Valderrama y Antonio Aponte
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