Especial de Tribuna Popular.- La
Revolución Socialista es la única vía para la sustitución radical de un modo de
producción para el cual el ser humano es una bestia de carga que una ínfima
minoría puede oprimir y explotar.
El trabajo como actividad virtuosa y creadora está más
amputado, devaluado y envilecido. Cada día que pasa el capital exige, en el
intercambio de mercancías por medio de su valor, cantidades enormes
de trabajo por bagatelas. La inflación en el renglón de alimentos rozó el 70%,
destrozó en un año la mitad del poder adquisitivo de 14 millones de
trabajadores y trabajadoras que enriquecen a unos pocos patronos.
Para algunos parece no estar clara la lucha contra los
opresores. Veamos, lo que dice el ex ministro del Trabajo, Roberto Hernández: “buen
número de empresarios han asumido el proyecto socialista y no hay razón
legítima para que los obreros, unidos, encaren su propio proyecto” [i]
y el ministro de Energía y Petróleo, Rafael Ramírez, agrega que: “[en
Venezuela] no hay obreros, no hay burguesía nacional, no hay nada…Lo
que hay es un conjunto de gente que vive de la renta petrolera” [ii].
Es fácil notar que en la mente de los dirigentes bolivarianos de ayer y hoy,
divagan dislates reformistas y lugares comunes erróneos que invitan a la
pasividad y a la desmovilización.
La Revolución Socialista la hacen la clase obrera y sus
aliados naturales: los explotados de las fábricas, del campo, de los comercios,
servicios y oficinas, todos unidos contra la opresión y la mutilación
intelectual y económica del trabajo alienado. La revolución la acompaña y
organiza un Partido revolucionario, clasista y con sólido trabajo intelectual,
en el cual los enemigos de clase y principales beneficiarios del trabajo ajeno
no son bienvenidos. La revolución amerita la nacionalización de los grandes
capitales (con propiedad estatal, planificación centralizada y gestión obrera
transparente), haciendo especial énfasis en la banca, el comercio exterior, el
agro, la educación, la industria y la salud.
Debe estar claro que la Revolución Socialista se inicia al
arrebatar a la clase capitalista su poder político y económico, no se puede
hablar de revolución sin este paso.
La burguesía tiene intereses antagónicos con el pueblo
obrero e impide sus reivindicaciones más modestas. La clase obrera tiene una
teoría revolucionaria (el socialismo científico) y un proyecto revolucionario
(el Socialismo). El populismo es la negación de ese proyecto.
El reformismo y sus variantes socialdemócratas son
superficiales, banales y estériles. Sólo la Revolución Socialista puede ser
radical y profunda. Las medias tintas e intentos cobardes por frenar y
ralentizar la revolución con alianzas burguesas, reconciliaciones y mesas de
“diálogo”, son el alimento con que se sostiene la débil y parásita burguesía
local.
Vacilar es perderse, luchar por destruir las relaciones de
opresión capitalista es un deber universal. Organizarse, investigar y accionar
materialmente contra el capital es la única forma de entenderlo y criticarlo.
i Citado en artículo de Luis
Britto García “¿Quién hará la revolución?”, 17 de agosto de 2008.
ii Entrevista de Manuel Cabieses a Rafael
Ramírez, julio de 2008.
(*) Asociación Latinoamericana de Economía Política
Marxista
Por: Manuel Sutherland
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