Es inmensa la cantidad de capitalismo que se ha cobijado bajo el nombre de Socialismo, de su retórica. Baste decir que la Internacional Socialista incluye a partidos como el partido socialista obrero español (psoe) de felipillo, al partido socialdemócrata alemán, aliado de Merkel, a los partidos socialistas de Francia y Chile, al sandinismo nicaragüense… todos impulsores del capitalismo bajo el paraguas del Socialismo. Podría decirse, con tristeza y sorpresa, que el otro nombre del capitalismo es el Socialismo, quizá en el mundo haya más capitalismo bajo la denominación de Socialismo, que capitalismo claramente definido.
Ahora, ¿por qué el capitalismo se disfraza de su superación? Veamos.
La artimaña no es nueva, los sistemas dominantes se disfrazan, absorben a los movimientos que representan real peligro para ellos, que los desnudan, proponen una nueva manera de vivir. Así pasó con el Cristianismo, fue al punto neurálgico de aquella dominación, habló de vivir en comunidades regidas por el principio amoroso de “a cada uno según su necesidad y de cada uno según su capacidad”. Y fue, primero, duramente perseguido. Luego, absorbido por los dominantes, convertido en un movimiento inocuo que no los pone en riesgo, al contrario, los fortalece.
Con Bolívar sucedió igual, después que lo derrotaron, después que lo asesinaron, lo adoptaron, pero sólo su imagen fría de las estatuas, despojaron su recuerdo de la fuerza emancipadora, convirtieron al bolivarianismo en un desfile, un día de asueto, lo neutralizaron, lo usan.
Con el Socialismo la situación es similar, al principio cuando sólo era una intención, un instinto, no les importó mucho a los dominantes. Pero cuando Marx le dio sentido científico al Socialismo, develó el robo que es el capitalismo, sentenció su superación, cuando Lenin dirigió la instauración del primer Estado Socialista…entonces todas las fuerzas de los dominantes se confabularon contra el Socialismo.
Al inicio lo satanizaron, pero era tan evidente que el capitalismo no soluciona los problemas de la humanidad, al contrario los agrava, los crea, que fue necesario asimilarlo para deformarlo, despojarlo de su fuerza revolucionaria. Fue allí que surgieron los mil y un disfrazados capitalistas que aún deambulan por el mundo detectando peligros socialistas, deformando revoluciones.
La Revolución Chavista no se salva de esta amenaza. Cualquier viaje a China nos trae espejitos teóricos para extraviar a la Revolución, cualquier paliativo social se muestra como Socialismo, cualquier recompensa material inmediata se usa como cortina de humo para distraer.
Después del asesinato del Comandante, el curso firme hacia el Socialismo se tambaleó en el pantanal de esas falsas teorías socialistas. Poco a poco se va perdiendo el perfil socialista de la Revolución, poco a poco se va perdiendo la vergüenza: ahora se habla con descaro de alianzas con los capitalistas, de cuido de sus intereses.
La Revolución se limita a una especie de conserje del capitalismo, fiscal del buen comportamiento, “que no suban los precios”, “que no especulen”, que no se coman entre ellos. Por ejemplo, se defiende a la polar de la smurfit, a un capitalista del otro, y ese papel de buen árbitro del capitalismo lo presentamos como un éxito del Socialismo.
Reducimos el capitalismo a un problema de precios, si los precios están bajos el capitalismo es bueno, casi Socialismo, si por el contrario los precios son altos el capitalismo es malo. Según esa falsa y audaz teoría, evitadora del Socialismo, los gringos también tienen su día de Socialismo. Veamos la noticia:
“Cada año, los estadounidenses aprovechan el “viernes negro” para hacer sus compras en oferta un día después de la fiesta nacional por excelencia: el Día de Acción de Gracias (Thanksgiving Day). Una avalancha de compradores arrasó con los productos de la cadena de tiendas Walmart. Se peleaban desesperadamente los productos como si no hubiese mañana o como si el gobierno hubiese anunciado que se avecinaba una escasez”.
Ese día, podemos decir, según la falsa teoría, los capitalistas se volvieron socialistas… y sin necesidad de inspección.
Por Toby Valderrama y Antonio Aponte
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