Más allá de la fría teoría, de los dogmáticos análisis, si
estudiamos a las Revoluciones nos encontraremos con que todas giran alrededor
de un gran hombre. Puede ser que existan grandes hombres sin Revolución, lo que
no se encuentran son Revoluciones sin un gran hombre.
No es posible, ni necesario, enumerar las características de
los grandes hombres, cada uno es un original. Sólo podemos recordar a algunos
de ellos. Entre nosotros, el primero es Bolívar. Más allá encontramos a Martí,
heredado por Fidel, el Che, gran errante. También Lenin, Mao… y al final de esa
pequeña lista nos topamos con Chávez, que los resume a todos.
Podemos destacar una característica que es común a todos: Se
han crecido, han nacido, en las dificultades, cuando parecía que todo estaba
perdido, que no había aliento, el viento soplaba en contra, la tormenta
arreciaba… Allí, en medio de las dificultades, todos se crecieron, un relámpago
brotó de sus entrañas y señaló el camino, mostró la esperanza.
Bolívar hizo que la naturaleza, la divinidad, le obedeciera
en nombre de la
Independencia. Martí , El Apóstol, venció al imperio en sus
narices. Fidel, en cautiverio, en las garras de verdugos, produjo la
"Historia me absolverá". El Che, guiado por profundos sentimientos de
amor, regó al planeta todo de sus convicciones. Todos, a la hora de las
dificultades, tuvieron el arrojo de nuestro Comandante Chávez, y dijeron:
"¡Por Ahora!"
Muchos de estos grandes fueron asesinados, sabe el enemigo
que Revolución descabezada difícilmente se recupera. Es que los grandes no
abundan. Quizá podemos decir, como el poeta, que "aparecen cada cien años
cuando los pueblos despiertan". Quizá, su grandeza, su luz, encandila a
sus seguidores, tal vez los milagros no vienen en doblete. Lo que sí es seguro
es que ninguna Revolución ha conseguido superar la existencia de su gran
hombre, cuando éste desaparece, poco a poco, comienza a languidecer. Hasta el
propio Cristo sufrió esto que parece una maldición, después de muerto, el
cristianismo devino en esta caricatura llena de oropel que vemos hoy.
Resolver esta ecuación es muy importante para evitar la
restauración de las Revoluciones.
¿Cómo hacerlo?
Lo primero es entender que los grandes no pueden ser
clonados, son únicos, no regresan. Entonces, ¿cómo sustituirlos? Algo es
seguro: el deterioro de las Revoluciones comienza con la pérdida de la
capacidad de riesgo, los descendientes se aferran a lo seguro, a lo cómodo,
temen a los barrancos, a arar en el mar y obtener frutos, y confunden
permanecer con Revolución. De este temor a ensayar el vuelo alto, pero
riesgoso, se desprende la deformación del legado de los líderes. Se apoyan, los
sucesores, en las etapas tempranas de su pensamiento, se evita darle
continuidad, se calcifica. El líder desaparecido sólo sirve para actos que
refrenden la restauración, honores fuera de la vida real, iglesias, plazas
rojas inocuas...
Algún día, estamos seguros, se resolverá este enigma. Y las
Revoluciones, al fin, conseguirán ir más allá de la existencia de sus líderes.
Hoy éste es el reto.
Por Toby Valderrama y Antonio Aponte
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