Infelizmente, la historia nos muestra muchos ejemplos de Revoluciones y de intentos revolucionarios derrotados. Hay abundante material para recopilar experiencias que nos permita aprender de los fracasos, transformarlos en victoria. Veamos.
Lo primero es resaltar que las Revoluciones pueden ser vencidas. Incomprensiblemente, cuando se está en el medio de un proceso revolucionario, domina la idea de la imposibilidad de la derrota, se creen invencibles. La historia demuestra lo contrario. Las Revoluciones son altamente vulnerables, susceptibles de caídas. Por tanto, las revoluciones deben estar en alerta permanente contra los vientos del fracaso.
Son muy variadas las circunstancias de las Revoluciones derrotadas, sin embargo, hay un núcleo común en todos los fracasos: “Toda Revolución derrotada lo fue primero en la ideología”. Es allí, en la ideología, que reside la fortaleza de las Revoluciones, es ese el territorio principal de la batalla entre la Revolución y la contrarrevolución.
Ahora bien, el principal antagonismo en esta batalla se resume en el pensamiento de Fidel: “No se puede crear conciencia a partir de la riqueza, y sí riqueza a partir de la conciencia”. Esta postura frente a la conciencia y los bienes materiales parte las aguas en la confrontación, es motivo de los errores vitales de las Revoluciones derrotadas, explica todas las circunstancias que llevan al fracaso. El Che lo había advertido: No se puede construir Socialismo con las armas melladas del capitalismo.
La Revolución Cubana contribuyó con su práctica y su teoría a la comprensión del fenómeno de las derrotas revolucionarias: reafirmó la importancia de la conciencia revolucionaria como pilar de las Revoluciones. Cuando ésta se pierde, se pierde todo. Y la conciencia surge de una correcta teoría, de una fuerte ideología. El Cuartel Moncada, la Sierra Maestra, son expresión práctica de este pensamiento.
No es fácil precisar el momento exacto en el que se pierde una Revolución, su claudicación es un fenómeno que ocurre despacio, lleva tiempo, la restauración fermenta lentamente como el vino. Lo que sí es posible detectar son momentos simbólicos de la decadencia. Veamos.
La Unión Soviética comienza a declinar, quizá, desde el mismo momento en que muere Lenin. La caída del Muro de Berlín es emblema de la caída de aquel ensayo. Y para este lado del mundo, cuando el avión de la línea Aeroflot que debía aterrizar en la Habana Socialista lo hizo en la Miami mafiosa la América supo que todo estaba consumado. En China el descenso se expresó matizado con aquella Revolución Cultural, Mao presentía la traición de las larvas.
¿Pero cómo llega ese momento? Cómo caen estas Revoluciones sin derramamiento de nada, ni siquiera de una lágrima, nadie las llora, desaparecen. O mejor, a quien la llora lo desaparecen, lo aplastan, es necesario dar una imagen de tranquilidad, de paz.
El deslizamiento tiene que ser sin trauma, poco a poco, dando tiempo a que las masas se acostumbren y los dirigentes pierdan la vergüenza de convertirse en lo que combatían, en cambiar de casaca. Comienza con concesiones en lo económico, “necesitamos de los capitalistas para salir adelante”, “para crear riqueza que repartir”. Ese es el primer paso hacia el pasado: la alianza económica. Lo económico es acompañado por lo político. Ahora la expresión política del capitalismo, sus partidos, no son enemigos de la Revolución, son sólo adversarios fraternos en el libre juego democrático, dos caras de la misma dominación.
El deslizamiento cultural es más dramático. La cultura es la encargada de que se acepte el brusco giro. Los valores socialistas se archivan, ahora importa el esfuerzo individual, nada social, el que sea pobre es por flojo, el trabajo es la divisa, no importa quién se apropie de su fruto. Se envilece a la masa, que sólo se importe por lo trivial, el consumo superfluo, la farándula, los artistas son importantes para aplacar la rebelión.
Si el deslizamiento es urgente, si no hay tiempo para la fermentación, entonces, se aplica aquel aforismo de que “el pescado se pudre por la cabeza”. Es suficiente que la dirección se entregue, luego la desechan, la sustituyen. No hay maceración de la masa, ésta se somete con represión, se sataniza a los dirigentes que no aceptan el armisticio, vienen las purgas.
Después la historia se encargará de resumir todo ese proceso en un solo hecho simbólico…
¿Pero se puede evitar el colapso de una Revolución, es posible rectificar?
Siempre es posible retomar el camino, siempre se puede volver al punto donde se extravío la Revolución, siempre es posible la autocrítica en los hechos. Ahora bien, la historia dicta que cuando la Revolución corre peligro de colapso, la causa debe buscarse en la teoría, en la ideología. La rectificación debe ser, en primer lugar, allí. Entonces, todo dependerá del coraje intelectual de la dirigencia.
Por Toby Valderrama y Antonio Aponte
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