La Revolución Bolivariana tiene un largo proceder. En términos
históricos, políticos y sociales podemos hablar de un largo camino de
sacrificios, humanos y materiales, de las generaciones que nos
antecedieron.
La Revolución Bolivariana trasciende los 14 años de Gobierno del
Comandante Hugo Chávez. Y no podría ser de otra manera. Desconocerlo
sería legitimar la lógica perversa del sistema: que niega los procesos
históricos, las luchas guerrilleras, sindicales, políticas; los avances y
retrocesos del pueblo. No son 14 o 15 años de Revolución.
Es una Revolución que se reafirma sobre bases sólidas. Tal vez sea
la Rebelión Militar del 4 de Febrero y el “por ahora” del Comandante
Chávez en 1992, signo y luz de esta Revolución. Pero no el único camino
transitado para lo que hoy estamos construyendo.
Aunque la gesta de 1992 estuvo precedida por la protesta social del Caracazo (1989):
estallido social como respuesta al modelo de democracia representativa y
burguesa que permitió el saqueo de nuestras riquezas, la privatización
de CANTV, PDVSA, las empresas del aluminio y la degradación y
tercerización de los servicios públicos.
La Rebelión del 4F vino arropada por el grito de tierra y hombres
libres de Ezequiel Zamora, alimentada por la claridad de Zamora y su
objetivo de luchar contra la burguesía parasitaria y las cuotas de poder
partidista.
La Rebelión del 4F, cristalizada en términos burgueses con la
victoria electoral de 1999, sin embargo, vino a reivindicar la lucha
guerrillera de las décadas de 1960 y 1970, y sobre todo a dignificar la
historia de los caídos y de los que aún luchan hoy codo a codo.
Gual y España con su intento de emancipar Venezuela de la corona
española desconociendo por completo la autoridad del rey y las ansias de
los mantuanos, la visión libertaria de Francisco de Miranda y su
proyecto integracionista, las rebeliones negreras del siglo XVIII y la
resistencia indígena a la invasión de los colonos españoles; el Paso de
los Andes de Bolívar y su decreto de Guerra a Muerte, el Congreso
Anfictiónico de Panamá y la creación de la Gran Colombia.
Todos esto son antecedentes de la Revolución Bolivariana;
motivaciones históricas para los centauros del 4 de febrero de 1992.
Preludio para el MBR200.
“Nadie pensó, ni siquiera Marx, que la primera Revolución Socialista
se daría en un país de poco desarrollo, la habían previsto para la
Europa Central. Nadie pronosticó una Revolución Socialista a noventa
millas del imperio (Revolución Cubana), y mucho menos que sobreviviera a
la caída del “socialismo real”. Pocos prestaron oídos al Che cuando
vaticinó el camino errado del coloso Soviético”, nos recuerda Toby
Valderrama en mayo de 2008, en su Grano de Maíz.
Es cierto. Chávez y sus centauros no se sentaron a esperar
condiciones objetivas ni subjetivas, aunque las había, para rebelarse
contra Carlos Andrés Pérez. Más correcto: para rebelarse contra el
sistema político venezolano, contra la corrupción, la fuga de capitales,
la privatización del sector energético, la debacle del sector salud.
Como tampoco lo hicieron el Che y Fidel en la Sierra Maestra. Como
tampoco lo hizo Salvador Allende a pesar de su convencimiento de hacer
una revolución pacífica con la burguesía, el ejército y el imperio
asechando permanentemente contra los obreros y los sectores populares de
Chile.
Nadie creía en nadie en 1992. Ningún partido tenía credibilidad, ni
siquiera los de izquierda, ni los tránsfugas mucho menos; los sectores
revolucionarios estaban fragmentados y desconectados del sentir del
pueblo.
El pueblo, sencillamente, no tenía esperanza. Y lo último que puede
perder un hombre y una mujer para luchar -hasta de forma egoísta por su
vida- es eso: la esperanza.
Y el 4 de febrero de 1992 significó la redimensión del hombre y la
mujer de a pie, del venezolano, del extranjero radicado en Venezuela.
El 4 de Febrero no es ni será una fecha más. Es un eterno latir, es
la conciencia de que todo está mal y hay cambiarlo permanentemente. Es
el signo de la Revolución que no descansa bajo la apariencia del
mausoleo.
Su sensibilidad para apoyar a los humildes del mundo entero, el
internacionalismo y la fraternidad que practicó el Che, su altruismo al
luchar día tras día contra el principal valor del capitalismo, el
egoísmo, ha sido el signo de mayor credibilidad ante los pueblos del
mundo.
Todo esto y más, pudiera significar el 4 de Febrero, siempre teniendo
en cuenta que no ha sido el único punto de partida, porque de los
contrario estaríamos reconociendo o relegitimando la lógica de la
historia oficial inmersa incluso en la Revolución Bolivariana.
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